Una orquesta de cuerda y viento abría paso a un espectáculo trabajado, íntimo y sport-elegant.
Inspirado en esos cincuenta en los que Sevilla se cubría de nieve un febrero del 54.
Lo destacable: hombreras, siluetas marcadas, protecciones, gorros de montar a caballo, botiquines a modo de carteras, bolsos hinchados y maletines anti golpes.
Sobre la pasarela se han visto monos snowboard, pantalones de alpinismo, faldas de patinaje y un impresionante vestido de novia con un gran velo cubriéndola.
Los colores son opuestos: blancos, azules, marrones, negro y grises. También los rosas pasteles y amarillos aportan un toque de luz.
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